El cristianismo ha experimentado cambios dramáticos en los pasados cien años. Los cambios no han sido doctrinales, sino estructurales. Lo que ha cambiado es el “rostro” de la cristiandad.
A principios del siglo XX, la mayor parte de las personas cristianas del mundo habitaban en Europa y en los Estados Unidos. De acuerdo al estudio titulado “Cristianismo Global”, publicado en diciembre del 2011 por el Pew Research Center, se estima que en el 1910 poco más del 66% de las personas cristianas del mundo habitaban en Europa. Más del 27% vivía en las Américas y menos del 9% habitaba en el resto del mundo.
Los estimados para el 2010 han cambiado dramáticamente. Hoy se estima que el 36.7% de las personas cristianas del mundo viven en Asia, el Pacífico y África. Por su parte, la población cristiana en Europa ha caído a 25.9%. Y esto demuestra que el centro del cristianismo se está moviendo del norte al sur.
El caso de las Américas también es impresionante. De acuerdo al estudio, la población cristiana en nuestros continentes ha aumentado a 38.8% del total global. Empero, el cristianismo en las Américas ya no está concentrado en los Estados Unidos, sino que su vitalidad proviene de Centro América, Sur América y el Caribe. Una vez más, vemos un claro movimiento al sur.
Este cambio estructural tiene un impacto decisivo en la teología cristiana. Nuestra fe ya puede ser vista como una imposición imperialista ni como un vestigio colonial. La fe cristiana en los países tercermundistas se contextualiza, llegando a formar parte de la cultura. Cada pueblo interpreta la fe de Jesucristo a la luz de sus propias tradiciones. Cada etnia utiliza sus propios géneros musicales y literarios para expresar su fe.
Hoy el movimiento misionero ya no es una empresa colonialista apoyada por las metrópolis europeas que deseaban conquistar el mundo. Por el contrario, lo normal hoy es que misioneros oriundos de países tercermundistas viajen a otros países del tercer mundo para hacer misión. Este fenómeno se conoce como el movimiento misionero “del sur al sur”.
El movimiento misionero también tiene un movimiento del sur al norte, donde misioneros del tercer mundo se trasladan a Europa y los Estados Unidos para establecer iglesias, particularmente entre sus comunidades étnicas y raciales.
En resumen, a comienzos del Siglo XXI la vitalidad del cristianismo proviene de los países y las culturas del sur del mundo. Hoy la fe cristiana es verdaderamente global.
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